Señor Director:

Durante estos tiempos de peste y de cambio de vida de los chilenos, la situación angustiante de muchos nos debe hacer reflexionar y actuar rápido para mitigar en el futuro las graves consecuencias que enfrentamos hoy en nuestras ciudades. El peligroso hacinamiento en el que muchas familias deben convivir en sus pequeñas viviendas, sumado al otro hacinamiento que sufren los grupos de inmigrantes dominados por las mafias del arriendo (que subdividen en pequeños espacios propiedades que no cumplen las más mínimas condiciones de habitabilidad y salubridad), ha significado una explosiva ola de contagio. Esta pudo tener barreras que la arquitectura y la planificación urbana necesariamente tendrán que considerar en el futuro

Nuestras ciudades tienen las condiciones para mejorar sustancialmente el tamaño de las viviendas y el espacio público existente. En efecto, tendremos que revisar los tamaños y estándares que exige el Ministerio de Vivienda y Urbanismo para vivienda social, junto con promover proyectos bien ubicados en terrenos públicos y municipales existentes y que se encuentran baldíos esperando plusvalía. Inexplicable para organismos del Estado, ‘esperando plusvalía’ y excluyendo a ciudadanos de poder vivir en terrenos que están disponibles aquí y ahora, cercanos a los servicios y beneficios de los que gozamos todos.

El Estado debe abrir los ojos y desarrollar políticas públicas que se enfoquen hacia las personas sin voz y hacia las familias vulnerables. No solo lo merecen sino que se lo debemos, y las deudas se pagan tarde o temprano. Llegó el momento de que nos pongamos la camiseta de los más afectados por esta pandemia y asumamos nuestra responsabilidad como arquitectos, como municipios y como Gobierno. El país nos está hablando hace rato de esto y hemos hecho oídos sordos, sin poner atención al dolor ajeno y a la tragedia que se ha provocado.