Quisiéramos escuchar un concierto en el que todas las comunas armonizaran musicalmente con proyectos de integración como el proyecto de la denominada ‘Inmobiliaria Popular’ de Recoleta ion el alcalde Daniel Jadue a la cabeza y la participación del arquitecto Juan Sabbagh—, la otrora toma de Peñalolén y ahora el edificio de viviendas sociales en la rotonda Atenas, liderado por el alcalde Joaquín Lavín. En todos estos proyectos los opositores han sido muy ácidos en sus críticas que, a nuestro entender, solo reflejan desconocimiento, además de una posición egoísta y excluyente.

La democratización del territorio y la integración de sus habitantes son un imperativo que exige las mínimas normas de solidaridad y respeto a los derechos de todo ser humano: vivir con dignidad. Hoy, esto se traduce en tener acceso igualitario y cercano a los servicios, a la salud, a la educación y a los espacios públicos y colectivos. Como urbanistas, podemos afirmar que el buen desarrollo de la ciudad se afirma en estos pilares. No entender esto es, en mi opinión, solo pensar en el beneficio propio, situación que en forma colectiva arriesga graves consecuencias sociales que deben ser evitadas desde la raíz, como la segregación social.

Mucho nos quejamos de la pobreza, la delincuencia y las drogas, pero queremos que otros hagan el trabajo para resolver estos problemas. Al momento de aportar con un grano de arena apoyando este tipo de políticas públicas, asoman intereses personalistas junto a discursos excluyentes y egoístas.

Quiero decirles a los vecinos y a otros alcaldes que consideren este tipo de proyectos, que cualquier pensamiento respecto de la integración social debe pasar primero por el corazón y luego por el cerebro, atendiendo a un bien común. Queda mucho por hacer en este sentido, sin embargo, este tipo de iniciativas es un buen punto de partida.