30 de mayo de 2022

Punto de Vista: El alma blanca del carbón chileno

Por Yves Besançon Prats y Macarena Varela Villarroel

Participantes de la reciente Misión Patrimonial AOA Lota-Concepción

Visitar la ciudad de Lota es una experiencia que traspasa los sentidos y que permanece en lo más profundo de nosotros empatizando inevitablemente con sus mujeres y hombres, hoy unidos por transformar la tradición minera en un bien patrimonial que cruce nuestras fronteras y ponga a Lota en los mapas del mundo. La bella precariedad de sus casas de dos pisos, conformando los llamados “pabellones” en las que las familias de los mineros vivieron, son una muestra de arquitectura típicamente chilena poco conocida y no difundida como debiera ser. Las construcciones de madera, obscurecidas por el tiempo y con cientos de años en sus estructuras, a ratos nos recuerdan campamentos de refugiados por su precariedad y su mínimo tamaño. Estas construcciones, establecen una morfología urbana de continuidad que se funde con una nostalgia de dolor y privaciones, subsistiendo a pesar del tiempo transcurrido y de las penurias que sufrieron sus habitantes. Un pequeño primer piso en el que la mujer del minero preparaba la frugal comida para su familia, albergaba en pocos metros cuadrados una cocina a carbón, una mesa, algunas sillas y tal vez un estante para guardar provisiones, todo en un solo ambiente. El segundo piso era un poco mas grande ya que se superponía al corredor exterior protegiéndolo de la lluvia y el viento. En este precario lugar y también en un solo espacio, dormía la familia que algunas veces alcanzaba a tener más de diez hijos. El lugar otorgaba una nula privacidad al matrimonio y debían todos dormir muy juntos en el pequeño espacio.

La extracción del carbón en condiciones de explotación humana hasta el extremo, nos deja un testimonio que se debe recordar y poner en presencia de nosotros y nuestras generaciones futuras. Quedamos muy marcados por la experiencia y los relatos escuchados de boca de los protagonistas de esta epopeya minera que a pesar de todo es añorada con alegría y con la fuerza adquirida por el rigor del trabajo incansable y de la tarea agotadora y difícil. El sudor de los mineros aún está allí y se siente la ruda forma de vida que solo las mujeres pudieron mitigar, acompañando a sus hombres y criando a sus hijos. La comida y otras necesidades se compraban el la pulpería y se pagaba con las fichas que eran parte sino todo el sueldo que el minero y sus hijos hombres ganaban extrayendo el brillante y negro material. Su piel y ropa se ennegrecían a diario y con condiciones de aseo mínimas, debían limpiarse al llegar a su casa con la ayuda de sus mujeres antes de acostarse a descansar. Los hijos de catorce años, debían empezar a trabajar a esa corta edad, de lo contrario, según el testimonio recogido por nosotros en Lota, eran despedidos y despojados de sus casas.

Hoy esas historias están en el pasado y las condiciones de vida y trabajo se cuentan entre las lecciones que forjaron a los lotinos y a las lotinas. Aunque son algunas muy tristes y fuertes de escuchar, hoy se les mitiga con la esperanza de convertir a Lota en Patrimonio de la Humanidad. Ninguna experiencia se compara al canto del minero en la profundidad de la mina Chiflón del Diablo y en la oscuridad del túnel afianzado con vigas de madera, asi como nunca habremos comido una mejor “carbonada”( sopa de verduras del minero del carbón) con la que nos agasajaron en nuestra visita  el pasado mes de Abril. Escribiendo esta columna algunos lagrimones se escapan y una presión que no duele aprieta el corazón. El testimonio vivido nos hace mas empáticos con un pueblo que estará muy pronto en el registro del Patrimonio de la Humanidad y que estamos seguros UNESCO otorgará a estos chilenos tantas veces olvidados por el resto de los habitantes de nuestro país.

Mayo 2022

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