24 de agosto de 2021

La Segunda

“La equidad territorial es un derecho de todos”

El hombre tras el Costanera Center es partidario de construir ciudades más inclusivas, algo que asegura es difícil de aceptar por ciertos círculos de presión.

Yves Besançon, arquitecto de la Universidad de Chile y socio principal de Alemparte Barreda Wedeles Besançon Arquitectos y Asociados (ABWB) desde 1977 es la mano derecha de muchos empresarios del país, que recurren a su equipo para levantar edificios de oficinas, hoteles y malls. En efecto, su firma está plasmada en la obra de retail más importante del país: el Costanera Center, donde trabajó junto a la leyenda de la arquitectura, el recientemente fallecido arquitecto argentino César Pelli.

 

Su oficina está hace varias décadas en la Torre Santa María. Le gusta estar ahí, pues asegura que los arquitectos son un poco ‘coñetes’ –dice a modo de broma-, pero porque también Providencia, que ve en pleno de su ventana, le parece una comuna inclusiva. ‘La ciudad de los 15 minutos’ donde todo está al alcance de los ciudadanos es uno de los sueños del profesional, que asegura que la elite, la política y la mala planificación urbana han hecho de Santiago una ciudad incómoda para vivir, donde un grupo minoritario decide quién llega y quién no como vecino a su comuna.

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Parte de su cv suma haber sido Profesor de Titulación de la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile y director de la Escuela de Arquitectura de la UNIACC, decano de la Facultad de Bellas Artes, Arquitectura y Diseño de dicha Casa de Estudios por 8 años y PastPresident de la Asociación de Oficinas de Arquitectos AOA y en el 2003 recibió el Grado de ‘Chevalier dans l’Ordre des Palmes Académiques’ de parte del gobierno francés.

 

¿Se puede consagrar el derecho a la vivienda en la Constitución?

—El derecho a la vivienda es lo menos que puede tener un individuo o una familia. Cuando hay tanta desigualdad y tanto desequilibrio en cómo se ha repartido la torta en un país como el nuestro, es importante que existan políticas públicas dirigidas a eso. Y esas pueden tal vez estar consagradas en la nueva constitución. Pero el solo derecho a la vivienda, como derecho solitario, es completa y totalmente insuficiente. Hay que tener derecho a una vivienda bien localizada, bien construida, del tamaño adecuado, en el contexto que corresponde, con acceso a servicios públicos y a los espacios públicos de calidad. Y para ello, debemos tener ciudades más inclusivas y menos excluyentes. Hemos hecho ciudades sumamente desintegradas, precisamente por tratar de garantizar derechos a la vivienda a personas más frágiles, pero a cualquier costo.

 

¿Cuál ha sido el error más evidente de esa planificación?

 

—En los años 90 cuando empezó a resolverse el problema grande de déficit habitacional que teníamos, la cantidad priorizó por sobre la calidad, y nos hemos dado cuenta de que cometimos muchos errores. El principal error fue tirar todas las viviendas sociales siempre en las comunas más frágiles y desprotegidas, que son las de la periferia, y por lo tanto las personas viven alejadas de todos los beneficios a los que todos tenemos derecho. La gente de clase media tira para arriba a los de clase más frágil, nunca al revés. No es que la gente más pobre haga más pobre a los que están mejor, la gente mejora.

 

¿Cómo lograr integración cuando tenemos una ciudad divida en ‘arriba y abajo?

 

—Tenemos una ciudad partida en Plaza Italia, hacia un segmento que va subiendo en riquezas y un segmento que va bajando en riquezas: lo mejor es hacia arriba y lo malo hacia abajo, lo malo hacia el poniente, hacia el oriente es lo mejor. Sucede esa cosa geopolítica que es muy poco gratificante y es poco constructiva, además. Tenemos que tratar de suprimir esa frontera. ¿Por qué las comunas del barrio alto, y no bajo, siempre baja las densidades de construcción? Para que no haya departamentos más pequeños, para que no venga esa gentuza a vivir acá, para que no nos llenemos de autos nosotros. Tu viste el lío que hubo entre el exalcalde Lavín y el exalcalde Torrealba cuando se disputaron un terreno que era de la municipalidad de Las Condes y querían construir viviendas sociales. Bueno, ahí había todo un tema político. Ese es el problema, hemos sido excluyentes en nuestras comunas más ricas.

 

¿Ha habido presión de la élite en mantener esas políticas excluyentes?

 

—Ahí hay una elite presionando, de todas maneras. Te pongo otro antecedente. Cuando se establece la línea 7 del metro hasta Estoril proyectaba una estación ubicada en el Parque Araucano. Bueno, resulta que hubo protestas de vecinos que juntaron firmas para que esa estación no se pusiera ahí, argumentando que iba a quitar el área verde. Una estación de metro no quita ni medio metro, era el mejor lugar para poner la estación y las estaciones de metro son un bien común, y hay que pensar en el bien común y no en el ombligo de un ciudadano de una comuna, que cree ser dueño y señor de la ciudad.

 

¿Cómo se soluciona?

 

—La inclusión en una ciudad consiste, primero, en que haya accesibilidad universal para las personas. También en la inclusión urbana, que tengamos todos acceso equitativo a los bienes públicos, a los servicios y a los espacios públicos, áreas verdes, etc. Acceso a una vivienda bien localizada. No es cuestión de llegar y agarrar un terreno para hacer viviendas sociales. Hay un ejemplo muy bonito en Paris, en los terrenos antiguos de la Renault. Se planificó un proyecto de inclusión e integración urbana, con viviendas sociales, viviendas medias, comercios, teatros, parques, áreas verdes, diversión, gastronomía, todo. Entonces, qué pensaron de los franceses, si le entrego esa vivienda social en propiedad a las personas se va a producir la gentrificación: esa propiedad va a valer el doble y la va a vender y se va a quedar de nuevo en la calle. Entonces lo que hacen los franceses en entregar subsidios de arriendo en zonas mejor localizadas, con el objeto de que esa persona ahorre y luego cuando se vaya, otras familias la puedan ocupar. Se produce la inclusión social desde el principio: todos tienen acceso a las mismas cosas. Lo que no hay que hacer es construir estos lunares para solucionar el problema de la vivienda.

 

¿Y los ciudadanos más ricos podrán aceptar la integración?

 

—Vamos a tener que entenderlo, porque la equidad territorial es un derecho de todos, no solo porque yo tengo más plata voy a tener un mejor lugar para vivir. Hay que ceder privilegios. Por eso estalló la Revolución Francesa, y por eso pasó lo del 18 de octubre. Mucha gente dice me he ganado esos privilegios por trabajar como un perro, y no ven que ese solo hecho, el trabajar, tener un título universitario, ya es un privilegio, cada vez es menos privilegio. Pero tengo esperanza de que vamos caminando hacia eso.

 

¿Es un problema político también? Vemos a muchos alcaldes enfrentados por regulaciones de construcción.

 

—Se ha transformado en un problema político porque se usa en todo tipo de caricaturas para hablar de los empresarios inmobiliarios como depredadores de la ciudad. Lo que sucede es que hay que hacer buena planificación, buenas normas y leyes. Bien que les revisen los contrato y las ordenanzas, pero en lo que yo no estoy de acuerdo es que si tenemos estaciones de metro y llega el servicio a una comuna, se bajen las densidades aledañas. Eso es absurdo, precisamente cerca de las estaciones de metro es donde debe haber más densidad para que la gente no use el automóvil, y caminemos hacia ciudades más sustentables. Punta Piqueros, un elefante blanco Una de tus mayores obras, sino la mayor, es el Costanera Center

 

¿Cómo lo observas hoy?

 

—El Costanera Center es el edificio más odiado y que ha tenido más pelambre en los diarios. Nos han atacado a mí, a la oficina y a los propietarios. Sin embargo, previo al Covid, entraban un promedio de 5 a 6 millones de personas al mes, 70 a 80 millones de personas al año. Entonces, ¿cómo es posible que el edificio más degradado sea la postal en todas las imágenes de Chile y al mismo tiempo el más visitado? Eso lo hace un proyecto integrador. Siempre estoy abierto a la crítica que pueda ser cualquier colega, pero lo que no se puede decir que es un edificio que no aportó a la ciudad, aunque puede haber muchas críticas a la estética.

 

Hay otras obras tuyas que no fueron del nada bien acogidas: Punta Piqueros, por ejemplo.

 

—El caso de Punta Piqueros es que se va a transformar en un elefante blanco, un proyecto que cumplía con todas las normas y resulta que desgraciadamente en este país los poderes del Estado a veces invaden otros poderes, no puede ser que el Poder Judicial invada el Poder Legislativo y te caduque un permiso que cumplía con todo lo que debía tener un proyecto. Cumplimos a cabalidad con todos los permisos y en tres oportunidades tuvimos que volver a hacerlo, hasta que terminaron cambiando la ordenanza y resulta que el proyecto no pudo seguir adelante. Cuál es el objetivo de dejar una mole, un edificio gigante abandonado.

 

¿Hay algún mea culpa?

 

—Uno siempre puede revisar de nuevo todo, pero se trató de hacer un proyecto que minimizará los efectos en la punta de la que se construyó. Parte del morro existe todavía contra el edificio. Además, los argumentos que se dieron de que un tsunami se lo podría llevar. Al borde del mar no hay que poner un hospital o la Cruz Roja, pero estaba todo previsto. Uno de los argumentos que leí contra el edificio era que las olas iban a despertar a los polluelos de los piqueros (los patos) que anidaban en el cerro; cuando te dicen ese argumento uno ya sabe que no tiene nada que decir. ‘Vamos a tener que proyectar edificios más flexibles’

 

¿Y cuál va a ser el futuro de las mega obras, malls, hoteles, post Covid?

 

—El Covid vino a ratificar que los arquitectos y los empresarios vamos a tener que empezar a proyectar edificios más flexibles. Los cambios pueden pasar en cualquier momento. Cómo no va a ser bueno que un edificio de oficinas puede transformarse en un edificio de departamentos sin mayor problema o que un centro comercial transforme sus instalaciones en un centro gourmet o hasta un hospital.

 

¿Y los empresarios con los que trabajas les han puesto freno a proyectos por el ambiente político?

 

—Muchos quieren esperar lo que diga la nueva Constitución, porque si por ejemplo la nueva Constitución dice en uno de sus capítulos que no existe el derecho de propiedad, yo no haría nada. ¿Ha habido conversaciones tan extremas? —No creo que se va a hablar de todo. Ya se habla por ejemplo de los derechos sociales por sobre los derechos de propiedad. Obviamente todo esto es una incertidumbre y yo siempre he pensado que la sensatez va a llegar. Pero esa incertidumbre tiene a muchos proyectos en carpeta que no van a avanzar.

 

¿Y las empresas también ha tenido el cambio de mirada que exigen los nuevos tiempos?

 

—Uno no puede ir con un proyecto prácticamente terminado y decir mira yo propongo esto. Nosotros se lo decimos mucho a los empresarios y les decimos que no se puede llegar así. Y ha cambiado, saben que las cosas que se hacían hace 15 años ya no se pueden hacer. El 18 de octubre lo ratificó, pero hace tiempo que venimos hablando de que tenemos que cambiar las políticas públicas, los planos reguladores, a cómo el ciudadano se siente partícipe de la construcción y el desarrollo de su ciudad. Eso es fundamental.

 

Recuadro

 

-“Uno de los argumentos contra el edificio era que las olas iban a despertar a los polluelos de los piqueros (los patos) que anidaban en el cerro; uno ya sabe que no tiene nada que decir”. -“El principal error fue tirar todas las viviendas sociales siempre en las comunas más frágiles, y por lo tanto las personas viven alejadas de todos los beneficios”.

 

Por Natalia Saavedra Morales

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