26 de septiembre de 2021

German Squella presenta un adelanto del nuevo libro de Miguel Eyquem, recordando su cercanía con él

En agosto pasado, el directorio de la AOA realizó una visita a la Casa Luis Peña (1982), una de las obras más emblemáticas del destacado arquitecto nacional Miguel Eyquem, fallecido en marzo de este año. Dicho proyecto fue incluido en la Revista AOA N° 24.

 
Desde allí, en el sector Portezuelo de la comuna de Colina, los miembros del directorio buscaron aproximarse a una parte del legado de Eyquem, pero además, contribuir al objetivo de la AOA de poner atención a las problemáticas de la ciudad y el territorio.
 

Germán Squella, director de AOA y gran conocedor del trabajo del fallecido arquitecto, fue el encargado de guiar a los asistentes.

 

“En el directorio visitamos, cada cierto tiempo, distintas obras singulares que nos permiten estar atentos, con los ojos abiertos, observando desde y a través de la obra de arquitectura, nuestro quehacer como arquitectos y como AOA”, explica Squella, socio de Squella Arquitectos.

 

“Por lo tanto -agrega-, parecía necesario poder tener una aproximación, en estas conversaciones, a obras singulares que nos acercaban a lo esencial y no perdernos esta oportunidad. Específicamente, esta obra (Casa Peña), para muchos desconocida, es una obra relevante y única, que logra permanecer silenciosamente en el tiempo y nos enseña, desde el sueño del oficio, las problemáticas como caso de estudio”.

Cuando se le pregunta a Germán Squella por su conexión con Eyquem, queda claro que es una relación de larga data. Lo conoció cuando era estudiante en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile, aunque antes ya había tenido la oportunidad de visitar la Ciudad Abierta de Ritoque, de la que Eyquem fue miembro fundador.

 

Así, a lo largo de la carrera, el entonces estudiante universitario pudo conocer de cerca el trabajo que Eyquem, junto a otros profesionales como Alberto Cruz y Godofreo Iommi, desarrollaban en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso.

 

“A Miguel lo conocí personalmente al final de mi carrera, y pude tener varias conversaciones del último proyecto en el que estaba trabajando, y en varias oportunidades nos encontrábamos en Valparaíso para conversar y corregir el proyecto”, cuenta.

 

Después, en su primer trabajo, en la oficina Cruz y Browne, Squella tuvo la oportunidad de trabajar junto a Eyquem en el proyecto del nuevo Colegio San Francisco de Asís. “Pude ver de cerca las líneas que dibujaron el colegio. Después, mientras desarrollaba mi tesis del Magíster en Arquitectura, Miguel Eyquem fue invitado a la comisión del examen final. Y no voy a olvidar que, en el momento de las preguntas, Miguel hace los interesantes comentarios al trabajo que yo presentaba en mi tesis sobre las ventanas del convento de La Tourette, y el presidente de la comisión le insiste en que me hiciera una pregunta, y él, libremente lo mira y le dice ‘no hay pregunta’. Claro, Miguel era un hombre libre, miraba más allá. ¡En ese momento, pienso, miraba a través de las mismas ventanas del Convento de La Tourette!”, recuerda.

 

Más tarde, ambos trabajaron juntos dictando clases de taller en la Escuela de Arquitectura de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Luego, Squella realizó un taller de investigación, en esa misma casa de estudios, sobre la obra de Eyquem.

 

Años después, desarrollaron en conjunto el libro “El proyecto de la obra; de la gravedad a la levedad” (2016). En esa publicación, Squella buscó, según sus propias palabras, exponer el trabajo de Eyquem “a arquitectos y estudiantes para que pudieran reconocer y dimensionar su genuina contribución a la arquitectura, siempre con una mirada que recorre desde la observación hasta la construcción de la obra”.

 

“Sentí que (este libro) era un deber con él como arquitecto y con su obra. No fue fácil convencerlo a que se decidiera a participar en este proyecto, que duró un largo tiempo de reuniones, conversaciones, grabaciones y nuevas conversaciones”, declara.

 
“Seguimos trabajando después en un proyecto nuevo, un nuevo libro, que lo llamamos ‘Complemento’. Este libro estaba pensado que se presentaría durante los primeros meses de este año. Como sabemos, no fue posible hacerlo con él”, concluye Squella.
 

A continuación, se presenta un adelanto de “Complemento”, publicado originalmente en la revista Acto & Forma de la Universidad Católica de Valparaíso:

 

Mirar desde arriba. Reflexiones a la obra de Miguel Eyquem

 

Complemento teórico: la problemática de cada obra.

 

Presentar el complemento del libro, entendiendo complemento, como la cualidad que se añade a otra, para hacerla íntegra, o perfecta.

 

No es lo que falta, sino lo que es, o se tiene.

 

No es volver a decir, sino volver, para decir.

 

Decir para revisar y volver a mirar la obra expuesta.

 

En este mirar, se revela la temporalidad de la obra, un volver a mirar en el tiempo, el que no ha pasado, sino que permanece simultáneamente el antes y el después.

 

Cada una de sus obras es un nuevo ejercicio de pensamiento arquitectónico, es una idea nueva, una invención, un inicio, un principio.

 

Obra que se emplaza, se ubica, aquí y desde aquí, allá y desde allá, “siendo aquí y ahora” (ME), cada vez.

 

Descubrir la luz que construye el lugar interior, que alumbra, la luz que dibuja, la luz que inunda y aparece.

 

La necesidad de recurrir a lo ya experimentado, para volver hacer aparecer lo escondido, lo que permanece, lo invisible, el aire, que lo deja venir y atravesar su obra, y la determina.

 

Su trabajo en permanente exploración proyectual, con una mirada académica del mundo real, que nace de la observación del acto poético en el lugar, que inicia la obra por intermedio de la palabra y el croquis, la manera de hacer aparecer el regalo poético de la obra, desde la economía propia de la forma y desde la propia economía, en una permanente mirada respetuosa del deber ser de la obra. Obra que se piensa en el trabajo propio, con el otro, y con otros, una mirada desde lo propio y desde lo propio del otro.

 

Su obra se define en un trazado, que determina un límite indefinido, entre un interior habitado que se extiende a un exterior, el que a su vez determina su extensión en el interior, en una construcción simultánea del espacio y sus actos, del detalle y del todo.

 
Trazado que orienta y establece la dimensión del lugar y del territorio en una geometría invisible, construyendo una espacialidad, entre planos, entre un suelo y un cielo, entre el relieve del suelo y un relieve del cielo. Dos planos discontinuos, variables en su dimensión vertical.
 

La obra de Miguel encuentra y establece la medida del horizonte, se extiende en el territorio y construye un nuevo suelo, que define el paso y delimita la pausa. Es en esa medida donde aparece la espacialidad del exterior inscrita en la geometría del espacio abierto y determinado de su interior. La línea recta establece la economía de su obra, es la magnitud de la diagonal en el trazado.

 

Su obra queda suspendida en un estado abierto, no indefinido, sino abierto a una nueva definición. Una levedad que se materializa en la definición del espacio de la obra, determinada por el proyecto, sin distingo entre lo construido y lo no construido, entre la escala del detalle y la dimensión del territorio.

 

Su arquitectura está en una justeza y permanente tensión entre el espacio y la materialidad.

 

Cada detalle refleja el saber hacer desde el oficio constructivo y la materialidad, que aparece en el momento de su determinación arquitectónica, como diría Miguel, hecho a mano.

 

La resistencia no está en el material sino en la forma.

 

La arquitectura de Miguel Eyquem se emplaza en el espacio invisible, el aire, en la magnitud del espacio dado, concibiendo la obra desde la levedad, es decir, en la tensión de un suelo suspendido, invisiblemente atado, que vibra levemente, próximo y orientado.

 

La magnitud de la obra, que capta la medida de la ciudad y del territorio, en un tamaño habitable, es la condición que da origen al proyecto.

 
El proyecto inicia una obra que queda abierta, y permanece abierta. La obra está en vuelo, suspendida, gravita entre la gravedad y la levedad.
 

El trazado establece la dimensión de la obra, que define una geometría invisiblemente presente.

 

La observación y el croquis, como la mirada anticipada de los actos que señala en el territorio el espacio a fundar. En este fino momento aparece y permanece en simultaneidad la obra, en un diálogo permanente e indeterminado entre el proyecto y la obra, entre la magnitud del trazado y la resistencia de la forma, observaremos la levedad de la obra en la arquitectura de Miguel Eyquem.

 

La levedad, todo lo que he hecho es trabajar la levedad, dice Miguel al referirse a su obra.

 

Miguel en su obra, mirando a San Francisco de Asís, nos dice que “recoge su poesía, su espíritu artístico, su mirada diáfana con la naturaleza. Asociarse con ella, no vencerla como lo propuso Descartes. Esta forma holística de ver el mundo nos revela las leyes profundas de la economía sustentando el equilibrio armónico que hace posible su existencia”1.

Mirar desde arriba.

 

Mirar desde arriba.

 

1.- (Eyquem, Miguel. “El proyecto de la obra: de la gravedad a la levedad. Complemento teórico: la problemática de cada obra”. Presentación. El desconocido de cada obra. Reflexión y discusión. P.17) Revista Acto&Forma. Volumen 6 – N°11 – Viña del Mar, Julio 2021 e (ad) PUCV Escuela de Arquitectura y Diseño. ISSN 07 19-7543

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