Señor Director:

Si pensamos en ciudades más amables, caminables, recorribles en bicicleta, con buen transporte público y mejores espacios públicos, estamos pensando en urbes menos motorizadas y centradas en la persona más que en el automóvil. Sin embargo, la nueva ley de Aportes al Espacio Público, que entrará en vigencia el 17 de noviembre próximo, está principalmente enfocada en la vialidad y no en la planificación del espacio público para las personas.

Una ciudad caminable no significa eliminar el automóvil ni transformar el centro histórico de Santiago en un paseo peatonal. Una ciudad amigable con las bicicletas, tampoco debiera ser contraria a los automóviles: la peatonalidad es buena pero no debe ser una medida única, sino flexible, dependiendo de los horarios.

La ciudad solo para quienes caminan implica riesgos de seguridad en las noches o en horas solitarias, por lo que una combinación del peatón con el automóvil y actividad comercial es mejor.

Lo mismo ocurre con solo pensar en ciclovías anti automóvil: no todos pueden andar en bicicleta, como los adultos mayores o personas con discapacidad. Además, es necesario considerar las grandes distancias y la pendiente topográfica. El uso de su espacio público debe ser compartido y utilizado civilizadamente. Si queremos una ciudad equitativa y justa, no podemos olvidar que somos diversos y que no se puede pensar solo en algunos.

Una oportunidad para ir transformando en forma gradual nuestro centro y otros centros en caminables, y nuestra vialidad en un nuevo compartir entre bicicletas, transporte público y automóviles, se abre en tiempos de pandemia. Es una buena ocasión para descubrir una nueva ciudad al final de esta emergencia.