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Recordando a Gustavo Munizaga Vigil
Por José Rosas Vera
Al decir de Séneca, no obstante la brevedad de la vida, muchos de los que ya somos personas grandes -como se refieren los argentinos a los que aquí llamamos adultos mayores- cada vez que rendimos homenajes a aquellos por cuyas trayectorias reconocemos y despedimos, paradójicamente y por lo general , recurrimos a medidas de tiempos largos para testimoniar la historia compartida.
Pasa, pues, que con la partida de Gustavo Munizaga Vigil, a quién ayer sábado 25 de Junio dimos un último adiós, me vi obligado a traer a la memoria el trabajo académico, profesional y amistad que tuve con él, pronto cumpliría los cincuenta años. Y en particular, que mi desarrollo docente e investigativo sobre la ciudad y el territorio es producto de sus enseñanzas, lo que es motivo de agradecimiento.
En efecto, si bien había tenido a Gustavo como miembro de la comisión que corrigió el proyecto de 10º semestre en arquitectura, verdaderamente lo conocí el año 1975, cuando obtuve por concurso una ayudantía en la Escuela de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, localizada en ese entonces en Cerrillos y fui asignado al equipo docente del ya prestigiado Taller que él impartía -bajo cuyo alero se formaron destacados profesionales-, a poco tiempo de su regreso de Harvard y precedido por el reconocimiento de la construcción del Colegio Saint George en 1969, proyectado en conjunto con José Antonio Gómez, Manuel Atria y Francisco Lira.
Desde esa fecha en adelante, tuve el privilegio de trabajar con él en diversos Talleres e investigaciones que lideraba sobre ciudad y arquitectura en la Universidad Católica, y en consultorías con Pastor Correa, Eugenio Cienfuegos B. y otros destacados urbanistas, lo que curiosamente compartía, no sin dificultades, con trabajos profesionales de arquitectura en la oficina de su padre Don Escipión Munizaga Suárez y posteriormente con su gran amigo Cristián Fernández Cox.
Inolvidable de ese período, su casa y Talleres en Santa Ana, siempre abierta a reuniones y debates sobre el urbanismo y el rol de las escuelas de arquitectura en la formación universitaria y profesional en estas materias con amigos como Pilar Urrejola, Beto Eliash, Manuel Moreno, José Riesco, Juan Carlos Piracés, Calu Escobar, Viviane Oliger, Hugo Pereira, Max Peña, Gerardo Köester, Rosario Errázuriz, Mario Terán, José Luis Rodríguez, Marianne Balze, entre muchos más.
Siendo Director de la Escuela de Arquitectura entre 1980 y 1983, en equipo con Eliana Caraball y Orlando Vigouroux, apoyó decididamente mi carrera de profesor instructor colocándome en el Taller dirigido por Germán Bannen y Liliana Lanata reforzando en mí una mirada complementaria sobre la ciudad, codirigió mi tesis de magister junto a Jaime Matas y dio soporte a cursar el doctorado en arquitectura en la entonces prestigiada Escuela de Barcelona. Un hito relevante en esta relación fue la obtención del Primer Premio en Urbanismo el Concurso de Urbanismo de la VI Bienal de Arquitectura en 1987 sobre Ciudad Satélite de Placilla en el marco de La Región Capital: desconcentración y descentralización urbana y regional para Chile, 1990-2010 con Alicia Ross, Fabio Energici, Mario Canales, Jesús Chavarri y Ximena Busquets, que dio lugar posteriormente a Curauma.
Siendo Profesor Titular desde los ochenta fue un formador de muchas generaciones de arquitectos y arquitectas, guía de sus trabajos de fin de carrera y maestría, y promotor de intercambios entre estudiantes de la Chile y la Católica.
Una de las experiencias docentes que marcó especialmente a toda una generación, sobre problemas de arquitectura y ciudad en temas de vivienda, pionero en experiencias constructivas, fue el Taller Munizaga - Rosas realizado el primer semestre de 1977, entre cuyos estudiantes del PPC1(Programas, Proyectar y Componer de la primera generación ingresada en 1975) estaban Félix De Amesti, Pablo Jordán, Orlando Mingo, Lyora Haymann, María Paz Solar, Greta Niehaus, Magdalena Krebs, Alicia Ross, Alexa von Gersdorff, Rodrigo Dominguez, Jorge Ehlers, entre otros y Juan Antilef (el estudiante obrero que ingresó en 1970 como parte del proyecto de inclusión del rectorado de Fernando Castillo Velasco), muchos de los cuales hoy lideran oficinas profesionales en proyectos urbanos.
Es de destacar también el aporte académico en muchos proyectos de título y de entre ellos la tesis desarrollada y presentada en 1999 por Roberto Moris y Marcelo Reyes titulada La Frontera Interior de Santiago: una alternativa de desarrollo urbano en la ex periferia del ferrocarril, que codirigimos ambos, y que dio lugar al proyecto bicentenario Anillo Interior de Santiago y el parque inundable de la Aguada, en construcción.
Aún cuando fue profesor invitado de muchas importantes universidades y centros internacionales, tengo la convicción que su estadía en el 2001 durante un semestre en Caracas, siendo yo Director de la Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela fue una de las más relevantes, probablemente por estar ya en proceso de jubilación y por encontrar allí un ambiente propicio a sus temáticas y personalidad. Posteriormente prosiguió colaborando en la Universidad de Chile y participando en el Consejo Senior del Observatorio de Ciudades UC liderado por Roberto Moris, quizás su más destacado discípulo y gracias al apoyo del Decano de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales, Matías Klotz y su director Ricardo Abuauad, llevó adelante importantes actividades docentes y de investigación, que hicieron que sus últimos años fueran plenos.
Mi último encuentro con él, fue precisamente en la Iglesia de El Bosque, en abril del 2021, donde a la salida de la misa pudimos conversar largo rato sobre su salud y actividades. Consciente de haber llegado a una edad avanzada con deterioro y reconociendo no haber tenido un carácter fácil, más bien vehemente, manifestó su permanente esfuerzo por seguir las enseñanzas y la fe en Cristo.
Lo cierto es que, somos muchos los herederos de sus conocimientos y entusiasmo por el urbanismo y su partida, constituye un imperativo para seguir comprometidos con la construcción de una ciudad, no sólo más justa y con mejor calidad, sino que con mejores ciudadanos (as).
Intentaremos seguir la tarea. Hasta pronto, Gustavo.