Hace poco más de un año vivimos el fatal incendio que terminó con la estructura de la aguja y cubierta de Notre Dame de París, provocado por un desgraciado accidente. Hoy vivimos y sufrimos la destrucción por mano criminal, y no por accidente, de dos iglesias de más de 150 años en Santiago: La Asunción y San Francisco de Borja. Ambas formaban parte de nuestro escaso patrimonio arquitectónico y religioso.

Estos hechos repugnantes y cobardes deben ser rechazados con la fuerza y claridad necesarias para hacer ver a estos delincuentes que no tienen el apoyo de la ciudadanía. Ni una quema más de nuestro patrimonio, no más bárbaros destruyendo nuestros monumentos, no más violencia urbana.