15 de mayo de 2017

JUAN IGNACIO BAIXAS: UNA LARGA TRAVESÍA ACADÉMICA

Cada dos años la asamblea general ordinaria de socios de la Asociación de Oficinas de Arquitectura (AOA) entrega sus reconocimientos a cuatro arquitectos en diferentes categorías. Como vemos en las siguientes líneas, Juan Ignacio Baixas tenía más que merecida la medalla a la trayectoria académica.

La Medalla AOA a la Trayectoria Académica fue entregada al profesor Juan Ignacio Baixas.

En la imagen, junto a Teodoro Fernández y Juan Sabbagh.

Al momento de las presentaciones siempre prefiere ser arquitecto primero, «o sea una persona que hace obras», pero la docencia viene inmediatamente después. «No podría dejar ninguna», dice.

 

Se tituló en 1968 y realizó estudios relacionados con la prefabricación en Francia durante todo el 69 bajo la dirección de Jean Prouvé. Un año después ya había jóvenes que llamaban profesor a Juan Ignacio Baixas en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica. Él se habría quedado haciendo un magíster o un doctorado en París pero volvió para ver cómo se hacía realidad un proyecto que en su momento fue considerado «caro y utópico»; cuando la Federación de Estudiantes lo exigió las autoridades de la Universidad del Norte tuvieron que construir el gimnasio que Baixas había diseñado recién egresado. La PUC lo recibió como profesor y para él se sentía natural. Su padre había enseñado acuarela en esa misma escuela de arquitectura cuando era el medio para presentar los proyectos. Falleció relativamente joven y la escuela de alguna manera lo becó. Hacia 1972 ya estaba moviéndose todas las semanas entre la PUC y la Universidad Católica de Valparaíso, hasta que decidió establecerse definitivamente allá.

 

En alguna parte de la casa de Juan Ignacio Baixas hay unos videos que se grabaron con una cámara tan grande que necesitaba una maleta para las baterías. Así registró sus ‘Travesías’, una parte fundamental de su experiencia en la PUCV. «Me tocó un gran cambio curricular, en 1980. Comenzaron estas actividades de taller de arquitectura que consistían en viajes a lugares que tenían una cierta importancia para lo que podríamos llamar una posición poética sobre América que tenía la escuela, basada en la poesía de Godofredo Iommi, uno de los fundadores. Nos tocó ir a lugares bien increíbles; llevar 70 u 80 alumnos al Cabo Froward, una punta que es la última tierra continental hacia el sur, una especie de peñón enorme donde el Estrecho de Magallanes hace un quiebre. Construir ahí fue dificilísimo, pero una experiencia superimportante. Hicimos unos miradores en la punta del peñón y una cruz que era encargo de la PUCV», recuerda Baixas. No ha vuelto, pero piensa que aún deben estar ahí porque estaban hechos de un hormigón prefabricado, lo que requirió construir en el bosque que prácticamente llegaba al agua y acarrear las piezas hasta 300 m de altura.

 

«También fuimos al salar de Coipasa, en la frontera con Bolivia, y a Curimávida, hacia el interior de la cordillera en el sector de Los Vilos. Ahí está el punto donde la cordillera se acerca más al Pacífico, a unos 60 km. De hecho puedes ver el mar desde arriba». Desde 1981 hasta 1985 Baixas participó en estas ‘travesías’ que no solo se trataban de buscar una poética geográfica sino también de crear sistemas constructivos y soluciones para las dificultades que estos ofrecían.

 

Pensamiento ampliado

 

La apertura de la oficina junto a Enrique del Río y los encargos que obtuvieron terminaron en su traslado a Santiago, alrededor de 1990. Sin embargo, en las carreras de arquitectura y diseño, en la PUC y la PUCV, enseñando en el taller de arquitectura, de muebles o en asignaturas teóricas, como él mismo dice, nunca se ha desligado del mundo académico. En todas esas diferentes instancias ha tenido cientos de alumnos, muchos de ellos muy bien posicionados en el mundo profesional o académico; Luis Izquierdo, Antonia Lehman, Fernando Pérez, Cristián Izquierdo y Arturo Lyon, entre otros.

 

«Probablemente todos los que piensan teóricamente sobre la enseñanza de la arquitectura estarán de acuerdo: la arquitectura se aprende a través de una práctica reflexiva que es el taller. Eso significa hacer un proyecto como si se fuera a construir, un simulacro que es a su vez una reflexión teórica. ¿Quiénes pueden llevar adelante ese tipo de enseñanza? Personas que tienen una experiencia práctica. Es muy difícil que alguien que tiene solo formación teórica pueda trabajar plenamente en un proyecto. Porque el proyecto de arquitectura siempre tiene una cantidad de incertidumbres muy altas. Está muy lejos de resultados científicos. En primer lugar, es consecuencia de un encargo, hay que cumplir con él con una metodología que es muy distinta a la de una ciencia o una técnica ajustada. Es más bien con sistemas como prueba y error. Todas las escuelas de arquitectura recurren al mundo profesional para que los arquitectos puedan intervenir en la formación de taller. Los cursos teóricos pueden ser hechos por alguien que es 100% académico, pero una escuela no puede basarse en el personal 100% académico para formar arquitectos», dice Baixas explicándose las razones para una carrera tan larga y reconocida en la docencia.

 

Baixas dice que no sabe muy bien quiénes decidieron, tampoco exactamente cuáles fueron los méritos considerados, pero hace pocas semanas recibió la medalla a la trayectoria académica que entrega la Asociación de Oficinas de Arquitectura. Supone que mucha gente en la AOA pasó por sus clases, que saben que dirigió la Escuela de Arquitectura de la PUC por 10 años y que escribió «La forma resistente», un libro que se utilizó durante bastante tiempo, que en dos ediciones toma obras de cierto valor arquitectónico y analiza sus resistencia física a esfuerzos, cargas, terremotos, vientos y otros fenómenos.

 

Actualmente trabaja en un magister de arquitectura sustentable y en un proyecto financiado por Codo donde su especialización en prefabricación es tremendamente útil. Se trata de un proyecto de vivienda social rural que se basa en estructuras prefabricadas de madera y que busca de manera ventajosa participar en licitaciones.

 

«Lo mejor de enseñar en la universidad es que uno siempre está pensando sobre la arquitectura, pero no solo. Estás con otros profesores y los alumnos están siempre preguntando. Alumnos y profesores aprenden juntos. Es un pensamiento mucho más amplio», concluye.

 

Medallas AOA

La asamblea general ordinaria de socios de la AOA es la instancia anual en que se rinde cuenta pública de la gestión durante el año anterior y se destacan sus eventos promocionales de la arquitectura chilena, como concursos, misiones tecnológicas e iniciativas conjuntas entre empresas y el Estado. También es la ocasión en que se homenajea a profesionales, oficinas y entidades. Este año los premios fueron:

 

Trayectoria Arquitectónica – Cristián Boza Arquitectos.

Trayectoria Académica – Juan Ignacio Baixas.

Arquitecto Joven Destacado – Emanuel Astete.

Aporte Institucional a la Arquitectura- Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA).

Gran Medalla AOA – Borja Huidobro + A4 Arquitectos.

 

Revisa la nota publicada en Mas Deco página 1, página 2, página 3 y página 4.

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